Diego Regueiro

Sólo en una hoja

Tengo una manía (que adopté diría hace unos pocos años). Cada vez que voy a presenciar una presentación de powerpoint me fijo (y sino lo puede ver, pregunto) cuantas diapositivas tiene la misma, para estimar cuanto tiempo va a llevar y calcular en mi mente como será el recorrido de los temas.

Esto me recuerda a un jefe mío, que a la hora de reunirnos y hacer seguimiento de temas, nos decía a su grupo de trabajo: “lo quiero en solo 1 hoja Word”.  Predicaba casi religiosamente que la síntesis era una gran virtud y que se podía plantear cualquier tema “en una carilla”.   Si se extendía más de eso, era palabrerío o seguramente estaba de más.

Es que, si bien los formatos de presentación de power point son una excelente herramienta, su uso y abuso puede ser negativo. Porque estos formatos pueden llevar a extender y a estirar temas que fácilmente se podrían presentar de modo más sintético y resumido.  Es mejor ir al grano, priorizando los mensajes, en lugar de inundar de palabrería innecesaria, donde lo importante y lo que no termina compitiendo en la atención (decreciente) de la audiencia.

En definitiva, el resumen a la máxima expresión. Síntesis y foco, priorizando los mensajes y lo que queremos que se lleve el que nos escuche.  Solamente y sólo en una hoja.

A veces … los malos ganan

Nos enseñaron de chicos las epopeyas de gente muy buena que tuvo que enfrentarse a gente muy mala, pero con heroísmo y patriotismo lograron triunfar y lograr su cometido. Lo vimos en el cine, en la tele, en las series, en los libros, pero también en la historia. Parte de los valores que nos transmitieron nuestros padres y no importa el color de la religión o doctrina, siempre el bien tiene un plus que hace que no solo valga la pena … sino que al final del recorrido … termina imponiéndose.

Sin embargo, en los negocios y particularmente en las empresas, no siempre es así. A pesar de lo aprendido, y de lo que creemos o nos gustaría que sea, convivimos con situaciones que replantean lo anterior.

Ese jefe tan tirano termina logrando con terror lo que podría hacerse distinto y no pasa nada; aquel gerente maleducado sigue haciendo de las suyas sin que nadie le pare el carro y siga siga; este director sin escrúpulos ni amigos logra ascender en la escalera corporativo sin importar que la mentira, la puñalada por la espalda o el despiadado botonaje de su accionar no solo no lo frena sino que lo favorece;  o aquel responsable que no juega en equipo y se corta solo es bendecido casi a propósito por jugar de esta manera,  a pesar que todo indicaría que no es así la forma que se pregona y premia.

El tema no es que pase, sino que pase tan seguido. No es como en las películas que a veces te cruzas con alguna con el malo venciendo: en el mundo corporativo parecería que la liga del mal tiene los votos comprados¿será que el lado oscuro es demasiado tentador?

¡Qué nos queda entonces para los de este lado de la fuerza!  Tal vez el vaso lleno de que los malos ganan  “a veces”, y no siempre. Y que en el fondo siempre pero siempre es mejor estar de éste lado de la vida (corporativa). Siempre. Aunque en algunas ocasiones se sufra y duela.

Mi jefe me pidió perdón

Hace unos años un compañero de trabajo me llamó aparte. Me quería contar algo que no quería que escucharan los demás. No era urgente, pero le parecía que valía la pena contarmelo.

Me contó que su jefe lo había llamado para hablar temprano. Sin saber bien por qué, mi compañero estaba entre intrigado y asustado. Grande su sorpresa fue cuando el jefe le contó que solo lo llamaba para “pedirle disculpas” por algo que había ocurrido hacía unos días, donde le había refutado algo sin los verdaderos argumentos y que sentía que no lo había tratado como corresponde (escena que no presencié). Mi compañero me lo contó asombrado y fascinado: es cierto que el jefe se había mostrado inflexible, pero no había sido para tanto, pero la mayor sorpresa fue que le admitiera el error y que le había pedido disculpas.

Su experiencia me llevó a tratar de rememorar alguna mía. ¿Recordaba que algún jefe me hubiera pedido las disculpas del caso?  Pero el ejercicio me fue peor cuando traté de recordar de haber pedido yo alguna vez perdón a un subordinado. Mi pobre memoria me trajo una respuesta tal vez muy rápida: CERO situaciones.

Los invito entonces al mismo ejercicio de recordar situaciones donde ustedes o algún superior les haya pedido perdón. Seguramente llegaremos a un resultado similar.

Me pregunto entonces: ¿será porque los jefes no cometemos errores que tengan  que disculpars? ¿o que no es un ejercicio que se vea con buenos ojos? Si la respuesta es la segunda ¿Por qué?

El jefe es más jefe no por ser perfecto sino por ser lo más persona y cercano que pueda. No hay nada más humano que el error, y no hay nada más divino que admitirlo sin vergüenza.  Por lo tanto, bienvenidos los jefes que piden perdón, seguramente será el primer gran paso de un buen equipo de trabajo y de relaciones mucho más reales y satisfactorias.

Los gerentes y la esperanza

Si hay algo que debería estar en el wish list de todos los gerentes para el año 2022 es una gran dosis de esperanza para los tiempos que se vienen.

La esperanza es uno de los grandes motores que sostienen la actividad gerencial. Una vez alguien me dijo que los problemas nunca desaparecen cuando es uno gerente, sino que detrás de un problema resuelto aparece otro (y ahí está la lógica de la función); pero me agregó que si nos encontramos en algún momento de sosiego y paz sin grandes problemas, hay que ir a buscarlos porque seguramente están latentes y escondidos y es mejor prevenir que curar.

Y en esa dinámica tan desgastante, la esperanza tiene que acompañarnos con el tanque lleno.

No confundir esperanza con optimismo.

El optimismo lleva a creer erróneamente que todo se resuelve, que es casi una cuestión de solo “estar” para que las cosas se encaminen, y que hay también como una alineación de planetas ya predeterminada que hará que todo se resuelva tarde o temprano. Es sólo una cuestión de esperar.

La esperanza tiene también una visión de resolución final, pero no con la total certeza. Esa indefinición y duda lleva a trabajar más en el aquí y ahora para poder resolver los temas. Tener esperanza te lleva a trabajar con ahínco y fuerza en el día a día, con la ilusión del logro final pero sin tener los tickets comprados.  La esperanza es hermana de la persistencia e insistencia; se puede lograr sí, pero el champagne mejor no lo compremos.

Les deseo entonces a todos un 2022 lleno de esperanzas y de logros resultantes. Felicidades.

No puedo, no tengo gente

Es una respuesta que se escucha más que a menudo en este mundo tecnológico: “no puedo, no tengo gente para hacerlo“.

Desde situaciones tácticas: “no llego, se me fue uno de Sistemas y tengo otro de vacaciones”;  hasta opiniones que escuché más estructurales y dramáticas: “sino logro cubrir estas vacantes, tengo que pensar en cerrar”.

En el medio, situaciones de todo tipo: gente que sobra en algunos lados pero que escasea en otros (y que no son fungibles), recursos que duran poco, gente que revolotea en 3 trabajos en un mismo año, y la común sensación de que “tenemos un problema”. Y al final de cuentas, temas sin resolver y transformaciones críticas que deben esperar.

¿Es un problema solo local o mundial? Hace poco leí una convocatoria desesperada de Australia regalando visas de trabajo para el país. ¿Para qué perfiles? Ingenieros en Sistemas / Programación / Desarrolladores Web / Analistas de datos / Diseñadores UX / UI, etc.

Claramente vivimos en una situación donde un tipo de recurso escasea (crítico); paradójicamente, existe también poco trabajo, mucha mano de obra disponible y con capacidades perimidas o no actualizadas en otras áreas.

Entonces, cómo gerentes,  ¿qué hacemos?

Siempre está el camino de la queja, de la lamentación, del que se va a hacer, del vamos tirando y vamos viendo. Mientras el agua sube y sigue subiendo. .. Pero hay otro camino, más estratégico y de acción, que pide tomar el tema por las astas, que busca o intenta trabajar en la solución.  ¿algunas pistas?

La primera, teniendo al marketing como salvataje:  erigirse como un lugar “elegido” para trabajar desde el punto de vista imagen y marca. La marca empleadora es uno de los activos a desarrollar entonces. El ser “el lugar” de pertenencia, de prestigio, es uno de los pilares para trabajar ante este problema. En este objetivo conjugan un cúmulo de factores y que requiere foco, atención, recursos, inteligencia y creatividad. Todo suma. Sabiendo que para estar … hay que invertir.

El otro camino es ir más allá y trabajar directamente en la formación de personas. Hay muchos casos donde son las empresas que salen a buscar talentos (en universidades, en terciarios y aún en lugares menos pensados) para ir formándolos a su gusto, para llenar así cargos y completar vacantes.

En definitiva, en este mundo de escasez de recursos, hay que apelar a los otros recursos (a veces también escasos),  y que son los que diferencian a los gerentes que resuelven, de los que no.

Gerente validado

Toda tu vida quisiste ser jefe. Jefe/Gerente es una escala pretendida en tu desarrollo profesional. No alcanza con lo que ya obtuviste: queres más y esta bien. Para eso le dedicas tiempo y esfuerzo. Pero para cumplir con lo que queres solo falta eso: el nombramiento por parte de un superior y listo. El “título” de jefe está cerca, cerca. A una firma de distancia de tu propio jefe. Si el valida, listo.

Sin embargo …

Para cumplir el largo check list de ser jefe, no es solo condición y requisito la validación de toda la cúpula superior. La validación en un 360°. Donde tus pares juegan un rol en esa aceptación, pero donde el casillero mayor se lo llevan los propios subordinados.

Sin validación de la tropa, no hay jefatura.

Ser gerente requiere no solo de la bendición papal de arriba hacia abajo, sino de la aceptación positiva y convencida de abajo haci arriba. Es que no hay peor cosa que un jefe no validado. SI el jefe no es validado, no hay cadena de mando, no hay organización del trabajo, no hay coordinación y sincronización, y por lo tanto no hay futuro.

Esa validación es un gran desafío, porque no hay un manual de “validación” a disposición. Requiere si que la gente diga “éste es mi jefe” y lo acepto como tal, y eso no se logra con nombramientos pomposos o referencias o CV brillantes; es un convencimiento cara a cara, cuerpo a cuerpo, en la diaria, ya sea en ámbitos físicos o virtuales.

Así como la validación gerencial de los subordinados es una carta desafiante, cuando se logra y tiene, se abren las aguas, se alinean las cosas y se enderezan los caminos. Con un jefe validado el recorrer de los trabajos va por una senda más tranquila y celera. Validación o no, parecería ser esa la cuestión para un gerente (potencialmente) exitoso.

¿Ganar perdiendo?

En la política se ha leído y escuchado recientemente que se puede en una elección ganar, aún perdiendo. Es lo que ha aseverado una de las partes, negado la otra, y desde la posición de observadores la prensa y los medios ven esta situación con incertidumbres y dudas. Parecería que no, pero parece que sí, ¿Cómo es? ¿Se puede ganar perdiendo?

La pregunta entonces la extrapolo: ¿se puede ganar perdiendo en los negocios?

La primera impresión es: es imposible pensar que se pueda ganar perdiendo en un negocio. No hay forma de transformar un fracaso en una buena noticia. Los mensajes que confrontan a la pérdida suenan más a excusas que a verdaderas ganancias.  La pérdida es concreta: no hay espacio para ningún festejo.

Pero si miramos alrededor, parecería que hay derrotas que en los negocios se festejan. Si pierdo market share pero gané en rentabilidad, no está tan mal; lo contrario también vale, si pierdo $$ pero gané market share, vale más o el doble.  Pero aún con indicadores poco alentadores, se puede reconvertir esa pérdida en activos intangibles como “el camino necesario del fracaso para generar éxitos después”. Y en el límite está el juego de los exceles y las proyecciones: hoy perdimos o perdemos, pero “la proyección futura es maravillosa y encantadoramente potencial para arriba. Miremos el futuro y no el hoy ni el pasado.”

Todo esto me recuerda al deporte, donde existen los “permitidos” post derrotas. Hay ejemplos (individuales y colectivos) de deportistas o equipos que han perdido una final o un partido importante, y a pesar del resultado negativo se van aplaudidos por su público y aclamados por la crítica. Perdieron sí, pero dejaron todo, pelearon hasta el final, intentaron el milagro, etc. Una lluvia de elogios que calman la angustia y dan un respiro de satisfacción ante la adversidad.

En definitiva, ganar o perder parecería depender del punto de vista de desde donde se mire.  Donde los ganadores y perdedores levantan o bajan sus manos en función de sus propias reglas y pareceres, y según el propio relato que se presente.

¿Hoy trabajas medio día?

Hace muy poco un amigo me mostró el mensaje que le había mandado su jefe. Mi amigo se había ido de su trabajo en un horario más temprano de lo habitual (pero había cumplido su jornada) y el jefe le decía (entre risas) en el mensaje de voz: “Hoy veo que trabajas medio día, te rajaste”. 

Esta situación me recordó a un jefe que tuve hace muchos años, que tenía la costumbre de llamarte o convocarte siempre al límite del horario a cumplir. Y si te veía cerrando la computadora o guardando las cosas disparaba “Hoy parece que trabajas medio día”, en un tono entre risueño y crítico.

Hay que entender que eso que aparenta ser un chiste, claramente no lo es. El mensaje (directo) debe leerse o interpretarse tal cual es, despojado de risas, disculpas suaves o emojis.

¿Y cuál es ese mensaje?

Este jefe (y aquel jefe mío de hace siglos), cree y pretende que el trabajo no se termina cuando el reloj lo indica, sino cuando él cree que es hora de que finalice el día. Todo lo que no esté dentro de SU horario, es una jornada incompleta, un trabajo inconcluso, un deber no cumplido. Falta trabajo, falta que completes el tiempo obligado.  Estas en falta. Falta que no se debe volver a repetir (porque te lo haré saber, con mi ácido humor).

Pero por otro lado sabe que esa “falta” es relativa, dado que has cumplido (y seguramente de más) con tu deber; por eso apela al “humor” para decirte sin decirtelo. “Es un chiste, no es verdad”.

Como empleados, seamos sinceros y no negadores sobre los mensajes (aún escondidos) que recibamos.

Como managers, sepamos que el humor o el sarcasmo no son otra cosa que mecanismos a disposición que deben ser usados con la prudencia que así lo requieren. Y que el humor solo tiene su efecto positivo cuando genera risa o sonrisa en ambas partes; si uno se ríe y el otro no, no es humor, es otra cosa.

La solución no es un tutorial

No hace tanto compre un artefacto de no tanta complejidad pero que necesitaba alguna explicación. El mismo vino con un manual adjunto, un librito chiquito que tenía explicaciones en varios idiomas (+de 10 seguramente). Yo creía me iba a ayudar a resolver mis dudas e inquietudes, pero no fue así: estaba burdamente escrito, en una letra de tamaño para usar con lupa, y explicado de una manera que ni en mi lenguaje natural lo pude captar y entender. Termine ejerciendo el mejor de los métodos: el probar y probar hasta que funcione.

Esta situación la conecté con algo que también me pasó algún tiempo, donde en una reunión y ante la inminente salida de un servicio (con una experiencia de uso algo difícil y poca intuitiva), en esa reunión se redefinió como solución “hagamos un video tutorial”. Listo, resuelta la experiencia al usuario. Next.

Es que no son los manuales ni los video tutorials el camino al éxito. Cuando el usuario tiene que recurrir a una ayuda gráfica o un video tutorial, es porque lo que le presentamos es más complejo de lo que el cliente espera. La verdadera experiencia no tendría que depender de estos sostenes para que fluya como corresponda. Cuando está bien hecha y pensada, debe “fluir”, debe ser APB sin vueltas, y la activación y primer uso no debe terminar haciéndonos arrepentir de la compra o el download.

La frustración e irritación no son las mejores emociones a provocar en el bautismo de nuestra relación con el cliente.  Hagámonos cargo de que la “cosa” funcione en modo fácil, y pongamos elementos a disposición, pero no como estrategia central sino como una potencial ayuda (casi como un “en casi de incendio”). Si lo hacemos así, seguramente tendremos una chance de que los clientes nos recomienden, o que en una próxima compra nos elijan nuevamente.

Apagonía

Hace unas semanas estaba viendo con mi familia una serie de Netflix que trata en tono de comedia las desavenencias de una familia moderna. En uno de los capítulos los padres de familia deciden desafiar a sus hijos a no usar la tecnología por una semana, a cambio de importantes premios. Al principio todo iba muy bien, pero el “experimento” duró poco y a las horas los chicos terminaron implorando volver a conectarse tecnológicamente (aún a cuentas de los premios perdidos).

En la misma línea, el “apagón” de ayer de Whatsapp me recordó a la serie. Así, de buenas a primeras, la gente se vio desolada y desconectada del mundo exterior. De pronto, sin avisar, sin contención, sin preparación previa. Desconectados, desenchufados, aislados del resto de los mortales, solos, en soledad.

Con dudas y esperando que pase pronto, se volvió tímidamente a otras formas de comunicación, las llamadas tradicionales. Hubo que llamar por teléfono, entrar en diálogos ida y vuelta por mail, y hasta me aventuro que alguno se levantó y fue a hablar personalmente con alguien de otro sector o piso.   “Ya va a pasar pronto”, dijeron algunos. Pero la agonía (la apagonía del título) se extendió. A gusto de muchos, demasiado.

Demasiada abstinencia para un mundo que vive pendiente de un celular. Demasiado silencio para la estridencia de los miles de mensajes que nos invaden por segundo. Demasiada espera para gente que ya no quiere esperar. Demasiada sensación de agonía para un universo no acostumbrado ahora a la ausencia y falta.

Pasando lista de las cosas que el COVID ha cambiado y mucho, no podemos dejar de lado la ultra dependencia que tenemos a estos servicios de mensajería instantánea como Whatsapp. Un apagón de horas lo dejó más que en evidencia, nada volverá a ser como antes: esta agonía está presente en la serie de Netflix y en nuestras vidas.

Sólo dos rayitas celestes

Cuando se piensa la comunicación, siempre es importante recordar que el querer comunicar busca siempre conectar. No existe verdadera comunicación si ese otro no da recibo de haber sido contactado o alcanzado por el otro. Específicamente en el marketing la comunicación aspira a algo más: que esa persona haga algo con eso que fue impactado comunicacionalmente. Pero antes de esa exigencia, siempre es necesario que al menos la reciba.

Una de las grandes genialidades de Whataspp ha sido poner en gráfica tangible el recorrido de una comunicación. Elegida la persona que queremos contactar, le enviamos ciertamente un mensaje: una rayita, el mensaje salió; dos rayitas, el mensaje llegó; dos rayitas celestes, el mensaje se leyó.  Primera misión cumplida.

Sin embargo …

He visto (en forma creciente) como muchos gerentes han ido desconectando esa función de sus whatsapps. Con criterios no muy claros de porque de la decisión (tampoco es que hay que ir pidiendo explicaciones) lo que sí está claro que al hacer esto dejan al que envía el mensaje en “ascuas”. Lo deja en una situación de incertidumbre y duda. ¿Lo recibió sí, pero lo leyó? ¿Lo leyó o no lo leyó?  

Como que queda una comunicación truncada, donde el receptor no le “regaló” el buen saber del mensaje leído. Queda una duda en el aire, que solo alguna acción posterior pueda remediar.  Se quita en esta relación el poder aprovechar uno de los grandes beneficios del whataspp, dándole el poder al receptor como dueño y amo del feedback, gracias a su silencio que pretende generar privacidad pero solo logra generar distancia.

El otro día contacté por Whatsapp y después de años a un gerente encumbrado de una empresa importante. Me sorprendí gratamente que mi mensaje luego de tanto tiempo fuera recibido con 2 lindas líneas celestes. Una alegría que me generó una sonrisa: este gerente sí  que sigue entendiendo todo.

Pablo (Pablito)

Pablo es el nombre de un local chico que vende fiambres y también hace sándwiches (atendido “por su dueño”), que queda en mi barrio y es muy conocido y reconocido en la zona – siempre hay cola y la gente habla maravillas de sus productos.

Pablo (“Pablito”) no hace stock o los deja preparados para vender; al contrario los hace uno por uno frescos y a la vista del cliente. Por eso hay veces que hay que esperar (si es tostado son cinco minutos más…) y la gente espera con paciencia sin importarle el tiempo (en esta era de la ansiedad).

Mi hija y sus amigas van seguido a “Pablito”.

Hace unas semanas mi hija especialmente le preguntó si le podía poner kétchup. Pablito le dijo que sí, y vi como sacaba uno de los paquetes que tenía para vender y lo destinó para ponerle solo al sándwich de mi hija. El valor del sachet de kétchup era más de la mitad del valor del sándwich…. Andá a saber si otro cliente le vuelve a pedir con kétchup. También podría haber dicho que no. No fue el caso de Pablo, que eligió cumplir con el deseo de ella.

Hace una semana mi hija pidió como siempre con kétchup. En eso veo que Pablito le indica a una persona que trabajaba ese día con él, que cruce al supermercado de enfrente. Cuando vuelve esta persona, lo hace con vuelto en una mano y con un sáchet de kétchup en la otra. Todo eso lo hizo solo para que mi hija (su clienta) tenga el producto que quiere.

Cuando a veces nos preguntamos en marketing que es lo que hay que hacer para triunfar y ser exitoso, no solo hay que mirar a las grandes marcas, sino a veces las mejores lecciones están a la vuelta de la esquina. Gente como Pablito (o Pablo con mayúsculas) pueden ser de una genuina inspiración. Recomiendo aprender de él, y de paso se comen un rico sándwich (Crisólogo Larralde 1633. Nuñez)

Reflexiones marketineras de un chico de primaria

El otro día iba caminando con mi hijo y pasamos justo por una calle que estaba completa de carteles publicitarios (era una obra grande en construcción). Mi hijo me mira y me dice: “Papá, los que hicieron estos carteles ¿de verdad creen que con estos carteles les voy a hacer caso? ¿Qué voy a comprar lo que me dicen?”

Hay un viejo dicho que a los chicos hay que siempre escucharlos porque en su inocencia siempre dicen la verdad.

Ante la declaración de mi hijo, podría haberle explicado teorías inteligentes, compartido ejemplos, detallado experiencias y justificado acciones. Pero me detuve: ¿No es mejor tratar de entender por qué dice lo que dice?

Porque en el fondo su comentario al pasar puede ser tomado a la ligera, pero esconde gran parte de los desafíos del mundo de hoy. Por un lado la gran cantidad de negocios que dependen sus ingresos de la atención de la gente (ya sea por exposición a publicidades o contenidos); y en el otro lado de ese mar de propuestas, está la cada vez más finita demanda por parte de la gente (combinación explosiva de poco tiempo e interés).  En el medio un resultado cada vez más difícil de alcanzar: el genuino interés captado por parte de cualquier audiencia target.

¿Tarea imposible? Para nada. Aún con escepticismo y  dificultades, hay espacios y oportunidades para conectarnos con las audiencias, dialogando en lugar de imponiendo, y logrando que nos elijan (una y muchas veces). Con la realidad cruda de lo cada vez más difícil que es, y con la receta de siempre para superarlo: mucho trabajo, profundo entendimiento, reflexión estratégica, y creatividad.

Con estas premisas, siempre hay chances, aún lidiando con preadolescentes díscolos y despiertos.

Impunidad Gerencial

Recuerdo una reunión en lo de un cliente hace ya tiempo, donde se presentaba un proyecto importante. En un momento, un gerente de la empresa (que no conocía pero había escuchado hablar) se levantó de la presentación, se fue a un costado del salón, sacó un cigarrillo y se puso a fumar. Fumar en un edificio donde estaba explícitamente prohibido fumar. Cuando lo terminó se volvió a sentar en su lugar original. NADIE dijo nada, NADA, como si no hubiera ocurrido.

Yo estaba indignado, pero no encontraba contralor. Se había socializado en ese ambiente que el gerente en cuestión podría romper las reglas (aún las más básicas) sin despertar asombro que así ocurriera y sin que haya una reprimenda o castigo.

Eso se llama IMPUNIDAD.

Es que no hay que encontrar solo en la política actos de impunidad (que abundan y somos testigos casi todos los días). La impunidad es parte también del mundo empresarial.  ¿Por qué? Porque viene de la mano del Poder, y el poder es parte del activo de un gerente.

La impunidad es el descaro al extremo del uso irresponsable de ese poder, en beneficio propio con cero empatía por el otro. Pero con un condimento adicional (que es terrible): el no tener miedo de las consecuencias de esa irresponsabilidad. No es solo una transgresión, es mucho más profundo y nocivo que eso. Y cuanto más poder sin remordimientos, más impunidad, y menos empatía hacia el otro.

En el gerente que se cree impune, lo único que importa es el mismo y lo que quiere lograr, donde el otro es solo un referente instrumental. En esa manipulación, las empatías se disfrazan o se actúan, no se sienten. A la larga la gente se da cuenta, genera poca confianza e incredulidad hacia esa autoridad, que solo entonces se sostiene con más relato (mentira), látigo y más impunidad. Una fórmula nefasta.

Seamos conscientes de nuestros actos y comportamientos. Detectemos nuestro mareo que el poder puede llevarnos a tener. El actuar con impunidad es un camino extremo del que es difícil volver sin dejar ruido y problemas en el camino.

(PD: el gerente que mencioné al principio de la nota no trabaja más en la empresa.)

Profesionalismo poco profesional

Es un paso casi obligado de las empresas familiares ver como lidiar con el paso de generación a generación en el manejo gerencial de los negocios.

Especialmente desafiante en aquellas muy exitosas y de gran crecimiento en una generación, que deben pasar a la otra que le sigue. Y mudar su posición siempre primaria de tener en la conducción a los familiares y parientes, para querer ir a un formato de gerenciamiento con gente ajena a la familia.  Proceso que generalmente se llama “profesionalización” del management. Convoquemos a los “mejores” para lidiar con el negocio.

Paso muy loable, muy recomendable, muy plausible, pero que no está exento de contradicciones, idas y vueltas, frustraciones, y sobre todo, con poco avance y real cambio. Es que para lograr una profesionalización efectiva, hace falta que primero los principales referentes del negocio acepten que el negocio debe y puede conducirse de otra manera. ¿Qué significa “de otra manera”? No es solo con otra metodología, procesos o formas, sino sobre todo y que es la esencia del cambio real, es aceptando que aquel que viene de afuera es mejor y puede y debe tomar decisiones SOLO, sin consultar, y aún avanzando con ideas y propuestas y decisiones que pueden no ser las mismas de la troupe familiar dueña de todo.

Es una gran aceptación, que implica dejar el control, soltar, CONFIAR, y aceptar plenamente (y de verdad) que hay otros mejores haciendo lo que la familia y la troupe hacían antes. En esa gran aceptación debe incluirse en el combo: la paciencia, el espacio permitido para el error ajeno, el no solo mirar lo pasado con el diario del lunes, y  entender que ahora el rol es otro, que implica una mirada distinta y más estratégica y buscando oportunidades grandes, dejando el día a otros.

¿Se puede? Si. ¿Cuesta? Un montón.  Mucho más de lo que se cree cuando se inician estos procesos. Que si no se encaran y aceptan bien de entrada, pueden llevar a situaciones difíciles, donde el peor resultado es una profesionalización nunca efectivamente realizada, la frustración de los que llegan y se van rápido, la fama de “picadora de carne” para cualquiera con otro perfil, y el arraigo en la empresa de una cultura que termine  alineándose a los familiares y expulsando a todo profesional nuevo, ya sea por mandato, convicción o defensa personal.

En definitiva, avanzar en la profesionalización es un acto claro y “profesional”, que requiere una alta convicción y entrega familiar para que realmente pase.

CX EX UX DX JX

El mundo se llenó de Xs.  Todo parece que tiene que tener una ex en el final, para que suene moderno, tecnológico, útil, digital, novedoso e innovador.

Pero más allá del chiste, es cierto que todos los ejemplos del título tienen una razón y explicación. La X esconde algo que se habla desde siempre pero hoy y gracias a la tecnología podemos (si queremos) prestar atención (en serio): el cuidar y entender que le pasa al cliente cuando interactúa con nuestro producto/servicio/marca/empresa.

Pasamos en muy poco tiempo de la no preocupación, del ninguneo, del ocultamiento y del que importa, a una mayor conciencia de lo que le pasa al cliente en cada etapa de la relación conmigo.  Todo esto motivado entre cosas por la competencia, que al darse cuenta que en el cliente eso es un valor, pone su foco en diferenciarse en este aspecto (priorizando este diferencial por sobre otros como el precio).

Pero como todo, el lograr dar esa experiencia satisfactoria no es solo resultado de buenas intenciones. Requiere metodología, trabajo, DATOS, ganas de cambiar, incentivos para la transformación, INVERSION (en $$) y métricas de seguimiento y mejora constante. Porque cuando te interesas por la experiencia, sabes también que es un camino de ida: la experiencia que hoy es excelente, puede ser mañana percibida como normal o apenas satisafactoria.

El mundo de las Xs es entonces una realidad que llegó para quedarse. Que seguramente se llenará de nuevas Xs y considerandos. Pero que hay algo que no se modificará: el trabajar para un cliente más satisfecho y contento con mi empresa y marca.

Tu deseo y el deseo de Messi

Podes tenerlo todo, saberte seguro desde lo económico para toda la vida y haber ganado los mejores títulos y roto todos los récords en tu profesión deportiva, pero aún así puede ser que no sea suficiente; puede ser que te falte algo, que desees algo que no tenes, y que te sientas vació sin él. Bienvenido el deseo.

Pero con desear no alcanza: hay que trabajar, insistir, prepararse, hacer sacrificios e intentar (con la suerte de tu mano) para poder tenerlo.

Si no, no se entiende, con un seleccionado en construcción, con un nivel bajo de fútbol,  y frente al rival de fuste y en su propia casa (casi un reducto inexpugnable) cómo se pueda ganar (y no por penales), y lograr el ansiado título. Gracias Messi, gracias al deseo de Messi.

Le pasó a Messi, pero le puede pasar a cualquiera, porque el deseo es así: caprichoso, irracional, emocional y determinista. Con gran peso en nuestras vidas y en nuestro sentir.   No alcanza con tener y mirar para atrás con suficiencia: lo que está delante es muy tentador y motivador.

Por lo tanto, y copiando a Messi ¿qué pasa con tu deseo? ¿Está definido y claro? ¿Sabes lo queres realmente? Y como Messi¿tenés los patitos alineados para lograrlo? ¿Tu foco está en conseguirlo? ¿Es un deseo en acción o es una excusa para la excusa?  

Si no se trabaja para ello, si dejamos que los deseos los coman las represiones y las pormenores racionales …  los deseos quedarán en eso, en sólo “buenos deseos”. ¿Es lo que querés?

Porque, OJO, como dijo Oscar Wilde: “Ten cuidado con lo que deseas, se puede convertir en realidad”.

 

No es magia

Son siempre más comunes los fracasos que los éxitos, pero los segundos tienen mejor prensa. Es difícil enfrentar a los números de un producto o servicio que no se vende o no logra la captación esperada.

Es entonces que surge la típica demanda al área de comunicación: “necesitamos mejores piezas”, más presencia, más posteos, más inversión, o convoquemos a influencers (como una gran nueva idea)

Si bien la comunicación hace maravillas … no hace milagros. No todo es cuestión de ponerle más dinero a una propuesta ineficiente. Es ahí que surge el marketing estratégico con toda su fuerza . ¿Es el target el ideal? ¿El producto satisface realmente la demanda o necesidad? ¿Está bien posicionado o es confuso? ¿Y el precio es el acordé? etc. Todas preguntas relevantes y que seguramente requieren revisión. 

Ponerle solo el foco a la parte comunicacional es como mirar solo el árbol y no el bosque. No hay nada que una comunicación pueda salvar. Es más, extremar la comunicación puede llevar a “recalentar” el motor, o inducir a promesas de marca que a final de cuentas el producto nunca cumpla.

En definitiva se le puede pedir a comunicación trabajo esfuerzo y creatividad; magia o milagros, no.

 

El CV perfecto

En la preparación de entrevistas y en la confección de CVs, la “jurisprudencia” indica que se deben indicar los logros (grandes logros) describiéndolo con medidas concretas de los resultados, y que no basta con indicar acciones puras: lo que se cuenta que hiciste tuvo que tener impacto.

También te sugieren que a la de describir tu performance, sean historias bien ensayadas y contadas. Donde los problemas sean problemas grandes, grandes conflictos que tuviste que enfrentar y de las que saliste airoso (vos y tu empresa y grupo) gracias a tu pericia y buen tino.

Es más, las debilidades nunca son realmente debilidades. Son fortalezas escondidas que solo es cuestión de encontrar la oportunidad para revertirlas. Nunca uno es débil de verdad, solo es una transición hacia un estadio de fortaleza superior.

Por último, a pesar de esa coraza de sapiencia, experiencia y resultados excelsos, se esconde un humano que hace deportes, practica hobbies curiosos y tiene tiempo para hacer obras de bien y ayudar a más de un hogar y sociedad de beneficencia.

Me pregunto, todo este recorrido discursivo, ¿vale la pena? En el sentido de que ¿termina siendo creíble para alguien? Parece ser un juego de construcción de un personaje casi mitológico, sin fisuras ni grietas. Donde gana la vacante, el puesto u oportunidad no solo aquel mejor preparado, sino aquel que se la “cree más” y lo performa mejor en una serie de capítulos de entrevistas cual serie de streaming.

Todo esto pasa más de lo que uno cree.

Sin embargo, creo que allá al fondo se abre una forma de ser y creerse gerente con otras características que son muy distintas a las que se pretende en ese CV perfecto. Un ser más humano, más cercano, obsesivo por el resultado pero también por la tarea, con la preocupación por el otro más realista y cotidiana (sin fuegos artificiales que  lo muestren) y sobre todo con la debilidad a flor de piel, como parte de su integralidad y sin esconderla o transformala discursivamente, simplemente como algo que es y que los demás deben convivir pero sobretodo completar.

En ese cambio, tal vez el CV refleje realmente lo que uno es y no los que otros dicen que deberías ser. Bienvenidos los CV imperfectos.

Acelerando … (visión negocios)

La nota de la semana pasada tuvo una interesante repercusión y recibí varios comentarios sobre el tema, donde más de uno se vio identificado en esta aceleración que se vive en el día a día de nuestras vidas.

Ahora bien… esta aceleración no es solo propia de los seres humanos y los hábitos, sino que trasciende al ámbito de los negocios. En parte por la propia dinámica competitiva, y en parte por la propia respuesta que esperan los clientes desde su propia ansiedad.  Hoy todo requiere un grado de acción y respuesta a una velocidad distinta a lo que se esperaba tiempo atrás. Esa respuesta que podíamos esperar días, hoy se permite que pase en solo horas.  La oferta hacia el afuera es sumamente más celera y rápida. Y para que pase, todo tiene que tener una velocidad interna desde las empresas totalmente distinta. Lo que se haga tiene que estar en una velocidad crucero a todo vapor.

Surgen las respuestas metodológicas ante la demanda de aceleración. Desde los mvp (producto mínimo viable: en criollo, salgamos ya con algo y no esperemos a tener todo resuelto), proyectos cada vez más acotados en tiempo, procesos de desarrollo de productos con un time to market cada vez más cortos, o las modernas metodologías ágiles que ya desde el título invitan a la aceleración.  Un ejemplo más que actual es la vacunación COVID: tuvimos vacunas en tiempo record, en menos de 1 año cuando antes pasaban años.

En definitiva, las urgencias del negocio están ahí, y no se pueden evitar. El gran desafío es entonces (y ligando esta nota con la de la semana pasada) cómo responder a esta necesidad de respuestas rápidas, inmediatas y aceleradas, con una posición y entendimiento de nuestra vida y forma de encarar el trabajo sin ser presas de este acelere. Esta demanda de los negocios le pone mayor complejidad al cumplimiento efectivo competitivo, pero no debemos olvidar la conclusión de la nota anterior: la ansiedad y el puro vértigo no son la respuesta correcta, aun ante la demanda y los tiempos escasos actuales.

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