Hacer leña del árbol muuuyy caído

Reunión importante, de esas privadas para pocos y donde se debaten temas estratégicos.

En el recorrido de la agenda, surge un nombre de un empleado. El que está liderando la reunión tira: “no me gusta XX, en cuanto pueda lo cambio. Es un vagoneta”.

Silencio.

Se suma otro inmediatamente “si, es un chanta”. Se suma otra voz, tal vez envalentonado por la corriente de los temas “sí, totalmente”.

En el recorrido de la ronda que se armó sin querer, me toca a mí. Pienso: “hay una decisión mayoritaria, casi un inconsciente colectivo ya formalizado”.

Pero…

Yo no pienso igual que la mayoría. Puedo descubrir algún rasgo de lo que se menciona, en la persona aludida, pero no a niveles dramáticos. Obviamente puedo estar equivocado y tener una opinión distinta al resto, pero es raro ante tanta unanimidad.

Claramente, me encuentro en amplia minoría. La mayoría pide a gritos que comparta mi opinión, y lo hago. Pero con un esfuerzo mental ENORME, decido mostrar mis diferencias: “la verdad es que creo que trabaja bien, y no siento que sea un chanta”. Silencio, se pasa a otro tema.

Reflexiono: “qué difícil es mostrarse diferente, en esas escenas así”. ¿Por qué me costó tanto sostener una postura? ¿Será porque la mayoría era abrumadora? ¿O por qué cuando los hachazos al árbol son muchos, es difícil despegarse?

Razones contra razones, la reflexión final es que me costó mucho no hacer leña, cuando los demás habían derribado ese árbol.

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Diego Regueiro

Director Ejecutivo
www.marketingyestrategia.com


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