Algo es para siempre

La semana pasada declamábamos que “nada es para siempre”, reflexión que tuvo bastante repercusión y agradezco las devoluciones y comentarios.

Pero, si afirmamos que “nada es para siempre”… ¿no hay nada que tenga algún grado de certeza y continuidad? ¿Todo es tan volátil y poco cierto? ¿Vivimos al viento, flameando cual vela en alta mar?

A gritos, pedimos algún grado de anclaje. Vivir en el aire con la incógnita permanente, puede ser mentalmente destructivo. No es posible creer que todo es efímero… algo tiene que ser permanente, ¡por favor!

Pero ¿cuáles son esos anclajes? ¿Qué nos puede dar algo de seguridad en este mar cambiante?

Uno piensa que el dinero es un gran colchón, y eso es cierto. A pesar que puede también cambiar (hay miles de historias de gente que perdió mucho o todo de un día para otro), en general siendo conservadores, lo que uno tiene puede dar algo de confianza.

Pero no es suficiente.

Los “algos” que nos ayuden a transitar los caminos esquivos, pasan muchas veces, por lo que hiciste antes, más que por tu presente.  La formación es un ejemplo. Pero no sólo el título si es que sos universitario: antes se pensaba que recibirse era el final de un camino, y hoy es un principio. Hay más valor de certeza en todo lo que te sigas formando, que en el título que colgaste en su momento en la pared. La formación permanente da pereza y combate cuerpo a cuerpo contra Netflix: si le dedicáramos a formarnos las horas que le dedicamos a Home of Thrones, tendríamos mejores elementos para sobrevivir a cualquier tormenta.

Otro “algo” es aquello que sembraste entre tus pares: pares que incluyen colegas, jefes, clientes y proveedores. La “red” que tanto se habla desde siempre, no por obvia deja de ser un valor importante. Red que se construye no sólo desde la mera relación, sino construir llevando relaciones a otro nivel. Una ayuda, la “gauchada”; la oportunidad o la preocupación genuina por el otro, siempre terminan “garpando”. El favor vuelve de maneras inusitadas y desde lugares de lo más impensados.

Por último, el “algo” que resume todo, es un algo tan simple como poderoso: el ser buena persona, buen tipo, con valores. No es éste un espacio para dar una clase de moral y ética: hablamos de algo tan básico como el buen trato, los modos y las formas. El ser y actuar como buena persona está en el top de las certezas: a las buenas personas generalmente les va bien. A las malas personas también les puede ir bien: pero créanme (o me gustaría creer) que éstas son las menos.

En definitiva, en este mundo cambiante, los “algos” nos permiten algo de calma y tranquilidad. Atémonos a esos “algos”, que son los que nos llevaran (a veces más lento de lo que pensamos, hay que tener paciencia) a la otra orilla.

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Diego Regueiro

Director Ejecutivo
www.marketingyestrategia.com


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